POLÍTICA Y GENTE : Columna

Por Pedro García

El tropezón que para la oposición a López Obrador significó la pasada elección al no conseguir la mayoría en la Cámara de Diputados, se profundiza, se agranda, con la errática promoción que el panismo cometió al traer a México al dirigente de Vox -ultraderecha española- al que le firmó una declaratoria política de combate al comunismo que, según el PAN y el extranjero invitado, hay en suelo nacional.

Sí, ya se ha tratado de aclarar que no fue el PAN sino una parte de sus miembros quienes importaron al ultramarino, sin embargo, en la opinión pública quedó marcada que fue una intención, un propósito, orgánico del partido.

El PAN fue el principal partido opositor en México. Fue un instituto que nunca necesitó ni pidió guajes para nadar en su interés de echar al PRI del poder, hasta que lo consiguió, objetivo que, sin embargo, no supo cristalizarlo en planes de gobierno eficaces para afianzarse en el sentimiento de las mayorías.

Ahora el panismo da lástima porque si bien no ha dejado de ser un partido de fuerza, su protagonismo político-electoral se inscribe en el relativismo luego de su alianza con el PRI, siglas a las que, por décadas, combatió a muerte por corrupto y por los fraudes electorales que nunca le permitieron a los azules llegar al poder, sino mediante las concertacesiones con el salinismo que le facilitaron cohabitar en el poder.

Y a propósito de la polarización que tanto se le achaca a AMLO, el acto fallido de la adhesión con los ultras de España implica eso precisamente y, acaso, de mayor dimensión, toda vez de la crítica negativa que cosecharon los azules en los medios de información, señalados de extremistas y fuera de lugar, puesto que casi nadie en México, puede asegurar que hay un gobierno comunista.

En nuestra opinión, el panismo debe corregir el camino, ya, recuperar fuerzas y volver a la lucha despojándose de las decisiones y alianzas erráticas que han confundido a los electores sobre lo que el PAN representa y predica.

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